De entrada, el género zombi es uno de los más ricos en cuanto a temáticas y tramas puede haber en la historia reciente del entretenimiento de horror, el cual apuesta en grande con series para televisión como The Walking Dead (TWD) o American Horror Story, dos series transmitidas por AMC y FX respectivamente, cuyo notable éxito (debido en buena parte a su particular estilo argumental) las convierten en las predilectas de un público hambriento de nuevas historias en donde el aspecto psicológico de cada personaje juega un rol tan fundamental como aquello que intentan contar mediante imágenes.
En el caso de TWD, es la primera vez que se observa con mucho más detalle cada acción destinada a mantener la propia supervivencia, bien sea individual o colectiva. La mayoría de los casos precedentes, incluyendo la filmografía de George A. Romero, se centran en los sucesos inmediatos al apocalipsis zombi como tal, salvo en la clásica saga Resident Evil, donde sin embargo la batalla contra Umbrella tiene más peso en sí que el resto de las subtramas. Todo ello genera en esas películas una gran velocidad donde la preservación de la vida a corto plazo es lo indispensable.
Pero en la serie basada en los cómics de Robert Kirkman y Tony Moore, la lucha por sobrevivir toma un nuevo sentido y coloca a los protagonistas en un plano en el que además de evitar los ataques de los muertos vivientes, deberán protegerse de los vivos, quienes sencillamente se convierten en nuevos enemigos que buscarán eliminarlos para tomar aquello que posean y sobre todo para evitar represalias. Estamos así en presencia de transformaciones de personalidad propias de situaciones límites.
De acuerdo con los principios básicos de la psicología conductual y el psicoanálisis de Freud, todo ser humano que sea empujado al límite de sus capacidades por factores externos o por otras personas podrá en algún momento determinado romper paradigmas y hacer todo lo que le sea posible para acabar con los focos de disonancia cognitiva y establecer cierto grado de estabilidad físico-emocional. En términos más sencillos, “se hará lo que se deba hacer para sobrevivir”, máxima que Rick Grimes aplica sin pensar desde mediados de la temporada dos de TWD, curiosamente cuando la serie sufrió un cambio en la dirección de la misma.
Su evolución psicológica ha sido una de las más completas y sobre todo carismáticas de esta serie. En una primera etapa, el ayudante de comisario, casado, con un hijo y lleno con los típicos problemas de familia, prefiere usar el diálogo, la diplomacia y la astucia antes que la violencia y los puños, tal como se ve en la primera temporada y parte de la segunda.
Un ejemplo de ello es el capítulo 1x04, cuando Rick intenta recuperar sus armas del centro de Atlanta y se enfrenta junto a su propio grupo a varios pandilleros latinos, con los cuales termina entablando amistad y hasta les da algunas pistolas y municiones. Tal actitud le gana el aprecio de casi todos sus nuevos compañeros de supervivencia pero el desprecio de otros como Shane, quien vio en la llegada de Rick una amenaza real tanto a su propio liderazgo como a la relación sentimental que entabló con Lori y que poco a poco se despedaza.
Capítulo a capítulo, se nota como la presión de llevar las riendas de un grupo tan inestable va pasando factura. Los enfrentamientos con Shane, las discusiones dialécticas con Hershel sobre qué son exactamente los caminantes y si pueden ser recuperados o la aparición de una Sophia zombificada hacen mella en su carácter y llevan a Rick a endurecerse de una forma lenta pero paulatina. Una muestra de ello es el episodio 2x08 (Nebraska) cuando al final, en el bar del pueblo, Rick elimina, si se quiere a sangre fría, a los dos hombres que deseaban ir a la granja pese a las objeciones de sus legítimos ocupantes.
Ese punto determina que Rick hará lo que deba hacerse en caso necesario para conservar la vida. Lo demuestra condenando a muerte a Randall en el 2x10 (Judge, Jury, Executioner), cosa que no puede hacer pues los razonamientos de Dale y su propia humanidad se lo impiden.
Pero a partir de allí comienzan los puntos de inflexión. El enfrentamiento final con Shane que deriva en su muerte, el arrase de la granja por hordas de caminantes y la ya deteriorada relación con Lori ante la duda, más que razonable, de que su hijo pudiera ser de su ahora rival mellan sus capacidades de raciocinio, y aunque no hasta el punto de locura, si como para establecer límites necesarios que les aseguren la vida. Comienza así la dictadura brutal que lo lleva a matar a Tomás en el 3x02 y aunque le duele la muerte de Lori, su rabia se mantiene intacta.
Si bien, algunos comparan a Rick con el gobernador, hay diferencias sustanciales. Rick mata cuando ya no le queda la opción y no se arrepiente de ello. Phillip asesina primero luego pregunta tal como lo demostró con los militares esta temporada. Miente y manipula a su antojo. Estos puntos son importantes, pues a la larga, definen quien es cada quien esta temporada.
Si bien Rick mantiene algo de humanidad y cordura, se convierte en un antihéroe a la fuerza, aspecto que otorga mucho a esta saga en la cual seguiremos esperando sorpresas. Sólo Carl lo mantiene cuerdo, situación que podría derivar en otras subtramas, pero eso sólo el tiempo y los guionistas lo dirán.
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